Les comparto la parte final de lo que fue un trabajo que tuve que realizar para el Instituto Teológico, que consistía en hacer una pequeña reflexión con el profeta que uno eligiera, en mi caso fue Amós:
Durante todos los capítulos de Amós podemos ver las diversas sentencias que Dios hace a las naciones vecinas y a Israel mismo, como en el capítulo 7 que le da diversas visiones (una invasión de langostas; un fuego devorador; el albañil con la plomada; el canastillo de fruta; y el santuario derribado). Cada una tenía un significado simbólico, el cual claramente mostraba que el Señor se proponía terminar con el reino de Israel si la gente no se arrepentía.
Pero me gustaría centrarme en la visión del albañil con la plomada. Amós 7:7-8 dice: “Me enseñó así: He aquí el Señor estaba sobre un muro hecho a plomo, y en su mano una plomada de albañil. Jehová entonces me dijo: ¿Qué ves, Amós? Y dije: Una plomada de albañil. Y el Señor dijo: He aquí, yo pongo plomada de albañil en medio de mi pueblo Israel; no lo toleraré más”.
Para alguien que no tiene conocimientos sobre construcción en lo más mínimo como yo, fue de mucho asombro cuando averigüé que el plomo es un instrumento que usan para medir la exactitud de una construcción, indica si una medida está chueca o está derecha. Y según aquí parece simbolizar que la justicia de Dios prevalecerá y juzgará a Israel por sus sendas erradas. Toda maldad será descubierta, medida (o sea, juzgada) y destruida.
Pero en nosotros, cómo podríamos relacionarlo? Pese a que se trata de un juicio hacia un pueblo, el elemento de la plomada nos indica que nuestra vida debe ser guiada por el plomo de la Palabra de Dios y nada más, solo con ella se mantendrá derecha, de forma correcta. En todo lo que hagamos debe ser el centro Dios y la forma de que eso sea así es escudriñando su Palabra y que nuestra vida sea expuesta a la luz de ella. Quizás en algunas ocasiones no estaremos muy rectos y Dios tendrá que enderezarnos hasta que logre la medida exacta que necesita en nosotros, quizás ese proceso nos duela, pero como podemos ver lo que dice Jeremías en 18, es Dios quien trabaja en nuestras vidas, y como dice el verso 4 cuando la vasija se echó a perder en su mano, hizo una nueva como a Él le pareció mejor. De esa misma forma trabaja Dios continuamente en nuestros corazones y es necesario que cada día pongamos el plomo de la Palabra de Dios y nos examinemos a la luz de ella.
Bendiciones!