Hay un mensaje que para mí ha sido muy claro estos últimos meses “Dios está en la barca, y aunque está en silencio, no significa que no hará nada, por el contrario, si Él está todo puede pasar”.
En Mateo 8:23-27 la historia es sencilla, y todos la conocemos, pero el mensaje es tan potente, ya que nos recuerda que sea lo que podamos estar enfrentando Dios está con nosotros. En la historia, Jesús estaba con ellos en la barca, estaba durmiendo, pero estaba. Muchas veces nosotros nos olvidamos que Dios está con nosotros, muchas veces las circunstancias son muy difíciles de comprender que pareciera muy difícil ver a Dios en medio de todo eso, pero Él si está, más cerca de lo que podemos imaginar.
El año ya está llegando a fin y no sé como habrá sido tu año, a qué gigantes y tormentas te tendrías que enfrentar, pero una cosa si sé y es lo que dice el Apóstol Pablo “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14).
Enfrentar un nuevo año con el corazón apretadito y lastimado no es fácil (y créanme que lo sé) pero la fe en nuestro Dios es lo que nos puede mantener en pie y es lo que nos ayudará a enfrentar todo lo que venga y sanar nuestro corazón. He visto como se termina un año con muy pocas fuerzas, pero Dios se encarga de cambiar todo de forma muy repentina y de las maneras que menos he imaginado.
Así que como última reflexión del año, te dejo este pasaje muy conocido por todos, pero con una gran verdad: Dios está junto a ti.
Sea lo que sea que esté sucediendo, Él nunca abandona a los suyos, no es su naturaleza y no lo dejará de hacer, todo tiene una finalidad, quizás no lo veamos ahora, pero aférrate al Dios que en la antigüedad libertó a su pueblo de la mano de Faraón, al Dios que cuando estaban en el desierto los alimentó y si les daba sed les daba agua, al Dios que durante el día los protegía del sol con una nube y durante la noche les acompañaba con una llama de fuego. Su pueblo quizás se equivocó (y pucha que lo hicieron bastante) pero aún así jamás los dejó solos…incluso fue tanto su amor que envió a Jesucristo para salvarlos y que pudieran volver su corazón al Dios que con tanto amor (eterno) les había amado.
Que este 31 de diciembre antes que den las 12 de la noche y ya comience oficialmente el 2018, puedas decirle a Dios “Señor, no sé qué sucederá este próximo año, pero quiero confiar en que Tú estás en control de toda mi vida y tienes un plan de bien para mi, quiero confiar aun cuando no vea nada”.
Bendiciones!