Todos conocemos la historia de Lucas15:11-32 la “Parábola del Hijo Prodigo”, y es que siempre pensamos que el personaje central de la historia es el hijo menor que sale de su casa con la parte de la herencia que le corresponde, y luego la malgasta y cuando se da cuenta que ya no tiene más decide volver a su casa donde lo tenía todo, y el padre lo recibe de vuelta, y como que siempre terminamos la historia hasta ahí, y al que no conoce de Jesús le decimos “tú eres como ese hijo menor que salió de su casa, pero Dios te está esperando con os brazos abiertos, porque nunca se ha cansado de esperarte, y tiene un lugar para ti si decides entregar tu corazón a él”. Y no está mal decirlo, pero no todas las personas creen que están mal y que lo han hecho todo mal, por eso es que dicen “pero yo no me parezco al hijo prodigo”. Pero como nuestro Dios es muy sabio sabia eso, por lo que no debemos olvidar que este Padre no solo tenía al prodigo que se fue, si no que tenía otro hijo, uno mayor, y este era lo opuesto al menor, este había hecho estado fielmente junto a su padre y quizás nunca se hubiera atrevido a pedirle la herencia a su Padre.
A simple vista es un hijo ejemplar, pero la Biblia da a entender que este “hijito perfecto” estaba lleno de amargura y resentimiento. Lo vemos cuando le recrimina a su padre por hacer el banquete al hijo menor, es más le dice “te he servido fielmente y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos” (parafraseando el versículo), como podemos ver, este hijo al parecer no servía a su padre porque lo quisiera hacer por amor, si no que es probable que esperara que por su “fidelidad” su padre lo recompensara con mas herencia o algunas regalías extras.
Yo no tengo la dicha de ser el hermano mayor y lo digo porque antes de mi vinieron 2 hijos y a mí me toco ser el conchito, pero si durante muchos años de mi vida me sentí como el hijo mayor de la parábola, y es más, este tipo de “hermano mayor” lo encontramos mucho más seguido de lo que pensamos…se trata de aquellas personas que dicen “yo no necesito de Dios porque no soy un pecador”, o las que dicen “la religión es solo para los que han hecho cosas malas, yo soy una buena persona”, y así hay muchas afirmaciones que comúnmente nos encontramos y a veces nos dejan con la coartada guardada, porque que le respondes a quien dice que “no necesita de Dios porque no tiene mayores necesidades”? o a quien te dice “pero si soy una buena persona”?
Lo que yo veo es el síndrome del hermano mayor, porque dicen que todo lo han hecho bien, pero solo es una careta para ocultar lo que verdaderamente hay en sus corazones, muchos llevan una vida “feliz y tranquila” pero han dejado sus verdaderos sueños a un lado porque tomaron malas decisiones, otros obtuvieron lo que querían pero se dieron cuenta finalmente que eso no los llenaba realmente, y son buenas personas, pero realmente no son felices.
Y que realmente necesitan es que Jesús cambie sus corazones y los llene todas aquellas áreas que han dejado de lado por querer ser “buenas personas”, la diferencia de una buena persona y un cristiano, no es que uno solo tiene a Cristo en el corazón y el otro no, si no que el que tiene a Cristo no siempre será una buena persona, y la buena persona solo será eso, una buena persona, que si no tiene a Cristo de nada le servirá serlo, más que callar su conciencia, pero su necesidad del alma, nunca la podrá calmar.
Espero que esta reflexión les pueda ayudar a guiar a mas “buenas personas” a que se decidan por Cristo y así se transformen de “buenas personas” a Buenos Cristianos!.
Bendiciones 🙂