#LasTargetasNavideñasdeDios

CAPÍTULO SEIS

LAS TARJETAS NAVIDEÑAS DE DIOS
Estoy vigilando mi buzón. No suelo pasar tiempo observándolo, pero hoy lo hago. No quiero que se caiga. Unos pocos días atrás eso no me preocupaba… pero eso fue antes de que una cuadrilla de construcción comenzase a despejar el lote del otro lado de la calle. Y eso fue antes de que un conductor de camión de grava se olvidase de prestar atención a su espejo retrovisor. Pum . Así que hoy nuestro buzón vuelve a estar en posición vertical, apuntalado por tres vigas en tres de sus costados. No demasiado atractivo, pero funcional. Son extrañas las ideas que a uno le cruzan mientras le echa un vistazo al receptáculo postal. Al contemplarlo, se me ocurre que el buzón se parece mucho a una estación terminal de ómnibus: un torniquete para lo bueno y lo malo, lo deseado y lo indeseado. Sólo para diversión, estoy elaborando una lista de cartas que espero nunca recibir. (Pues bien, ¿en qué piensas tú mientras observas una caja colocada sobre un poste?) Esto es lo que he escrito hasta ahora: Querido papá: Te escribo para preguntar si hay un límite del número de autos que cubre nuestro seguro de responsabilidad civil… Querido Max: ¿Recuerdas que el verano pasado rompiste el jarrón que me había dejado mi tío Bill? ¿Recuerdas que te dije que cien dólares serían suficientes, pero insististe en que lo hiciera tasar? Pues, vaya, cuánto me alegro que lo hayas hecho. Espero que estés sentado porque el director del museo del siglo XIII dice… Señor Lucado:

El propósito de esta carta es el de informarle que el cachorro de raza que envió a Oakland, California, por error se envió a Auckland, Nueva Zelanda… Querido Max: ¿Que por qué te escribo esta carta? Pues verás, parece ser que la universidad cometió un error. Confundieron nuestros certificados. Qué increíble, ¿no? Todos estos años pensé que a duras penas había logrado graduarme. ¡Y todos estos años pensaste que te habías graduado summa cum laude! Querida señora Lucado: Recientemente adquirió de nosotros un equipo para diagnóstico de embarazo en casa. Le escribimos para informarle que había un error en las instrucciones y lo que pensó que estaba, no lo está, y lo que pensó que no estaba, sí lo está… Gemido . Nunca he leído datos científicos al respecto, pero me parece que la correspondencia innecesaria ha superado en cantidad a la necesaria. (Tal vez eres como yo y clasificas tu correspondencia sobre un cesto de basura. Quizás eres como yo y te preguntas si existe algo en el mundo que no tenga su propio catálogo. Si eres zurdo, de política conservadora y sofisticado fanático de música de jazz, es probable que haya un catálogo de ropa interior que sea para ti.) La mayoría de la correspondencia es innecesaria. Entonces, ¿por qué reparo mi buzón? Simple. Es diciembre. Si fuese cualquier otro momento del año, quizás lo dejaría sobre su costado. Que el cartero se quede con mis facturas por unos días más. Pero no puedo hacerlo. No en este momento del año. No en diciembre. ¡No la semana antes de Navidad! Esta es la semana en la que la correspondencia es divertida. Es la semana de sobres rojos, sellos verdes y estampas de árboles de Navidad. Esta es la semana en que tu antiguo compañero de cuarto que se casó con Hazel y se mudó a Phoenix te escribe para contarte que su cuarto hijo está en camino. Esta es la semana de las cartas circulares escritas en el anverso y el reverso donde se describen el Gran Cañón del Colorado, graduaciones y cirugías de vesícula. Esta es la semana de envíos por expreso de nueces y cakes de frutas envasadas y de carteros frenéticos. Agrégale a eso un regalo de la tía Sofía, un calendario de tu agente de seguros y tendrás motivo suficiente para recorrer silbando el trayecto hasta tu buzón. Así que, tanto para mí como para el cartero, apuntalé el buzón. Sólo un Scrooge 1 no desea una tarjeta navideña. Algunas son cómicas. Hoy recibí una que tenía gnomos que estaban sacando libros de la sección «gnomomásticos». Otras son emotivas, como la ilustración de María y el bebé descansando en la base de la esfinge egipcia. Y unas pocas son inolvidables. Cada Navidad leo este recordatorio que llegó por correo hace varios años. Si nuestra mayor necesidad hubiese sido la información, Dios nos habría enviado un educador. Si nuestra mayor necesidad hubiese sido la tecnología, Dios nos habría enviado un científico. Si nuestra mayor necesidad hubiese sido el dinero, Dios nos habría enviado un economista. Pero como nuestra mayor necesidad era la del perdón, Dios nos envió un Salvador. Tarjetas de Navidad. Promesas puntualizadas. Frases que declaran el motivo por el cual hacemos todo esto. Él se hizo como nosotros, para que pudiésemos llegar a ser como Él. Los ángeles aún cantan y la estrella todavía nos invita. Él ama a cada uno de nosotros como si sólo hubiese uno de nosotros para amar. Mucho tiempo después de olvidar el nombre del remitente, sigue vigente el mensaje de la tarjeta. Palabras de promesa. Un puño de semillas y sílabas arrojadas en la tierra fértil de diciembre con la esperanza de que nazca fruto en julio. Por eso, mantengo el buzón en pie. Mi corazón puede hacer uso de todas las semillas que logre conseguir.

Extracto del Libro #CuandoDiosSusurraTuNombre de Max Lucado

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s